Escondido entre los juncos esta la sombra de un señor, disimula la escopeta, el cazador! Como si no fuera nada como si nada fuera yo, solo un trofeo de cobardes el cazador!. Yo no le temo a la muerte el instinto es mi pastor quien quiere mi noble sangre el cazador!. Condenado a ser su presa como tantos que se yo mi muerte será un capricho en manos del cazador. En mi mente no hay rugidos ¿no lo entiende el cazador? yo jamás iré a buscarle a su jaula de hormigón. Y grito impotente pues mi muerte es inminente. Obligado a ser esclavo de mi simple condición. Con mis garras he matado siempre por necesidad. Yo no tengo más capricho que poder sobrevivir, y reflejada veo mi muerte en los ojos del cazador.