Con los pies sobre rotas veredas de custodiados barrios, desperté viendo a la reina ciega, revolcarse en el barro. Matando el cuerpo de quien la quiso auxiliar, y consintiendo a quien goza con su mal pues, no sabe amar pues, no quiere amar. Me alejé de la densa esfera que adormece en su llanto, para oír de la palabra eterna comprensión y encanto. Lenguas de fuego vibran junto al sembrador, quien ya está presto para cosechar amor. Comprendí que el miedo a la muerte, solo es para el culpable. Que sin mas que creerse un cuerpo, nunca sus manos abre. Lenguas de fuego vibran junto al sembrador, quien ya está presto para cosechar amor. Darse es amor.