Por su gran prosperidad decidió la autoridad de Villatripas de Arriba -¡que viva el alcalde, viva!- erigir un monumento un auténtico portento que a los de Abajo asombrara una escultura bien cara como dijo el pregonero: "que costará su dinero pues de mármol alabastro de nuestro rico catastro la montará un escultor en plena Plaza Mayor." Y terminaba el pregón: "¡será una gran erección!." Se gastó mucha saliva en Villatripas de Arriba la gente andaba tan fatua con la cosa de la estatua y había gran emoción cuando la inauguración. La alcaldesa con premura corrió el velo a la escultura y apareció ante la villa la supuesta maravilla: saliendo de entre las aguas sin siquiera unas enaguas toda, toda, desnudita, una Venus Afrodita. La erección no estuvo mal, satisfizo al personal. Tenía el pueblo de al lado el ánimo muy picado y allá habló el señor alcalde: "¡Erigiremos de balde! En Villatripas de Abajo se suple con desparpajo por parte del vecindario la falta de monetario. ¡Vecinos de este lugar, hay que vencer o ganar! ¿estáis dispuestos a todo por sacudiros el lodo de esa Venus Afro... leches?" "¡Alcalde, lo que nos eches!" respondió la población con una gran ovación. Cogieron a la Jacinta la moza de mejor pinta y en la misma plazoleta la pusieron en porreta y la echaron al pilón sin mayor vacilación. Luego fue una comitiva a Villatripas de Arriba a decirles que bajaran, miraran y compararan: "Comparando las dos Venus, ¿cuál es más y cuál es menos?" Excepto algún poetastro que alabó a la de alabastro y el pelma de Don Simón que de un vuelo fue al pilón se oyó gritar a compás: "¡La Jacinta mucho más!" Y con grandiosa vehemencia añadió la concurrencia -sobre todo los varones- que en lo tocante a erecciones, la Jacinta en el pilón... Matarilerilerón.