Amanecí otra vez entre tus brazos, y desperté llorando de alegría; me cobijé la cara con tus manos, para seguirte amando todavía. Te despertaste tú, casi dormida, y me querías decir no sé que cosas; pero callé tu boca con mis besos, y así pasaron muchas, muchas horas. Cuando llegó la noche, aparecio la Luna, y entró por la ventana: Qué cosa más bonita cuando la luz del cielo iluminó tu cara. Yo me volví a meter entre tus brazos, tú me querías decir no sé que cosas, pero calle tu boca con mis besos y así pasaron muchas, muchas horas y así pasaron muchas, muchas horas...