En un pueblo de allá por la costa suiza, -ohé, ohé-, un viejo pescador, borrachín, tranquilo, sin dar la paliza a nadie de su alrededor, pretendía vivir a su manera, que era: salir a pescar y pescar boquerón, calamar,v o alguna ballenita -que también las da el mar- y después regresar con la frente marchita, como dice el cantar que se suele volver. Y vender el pescado en la lonja, boquerón, calamar, una esponja -que también las da el mar-, y cobrar lo que hubiera ganado al vender el pescado. Y marcharse a gastar lo que hubiera cobrado, en comer y en comprar cuanto es menester poseer. E invitar a beber y beber hasta el anochecer. Y arrojar lo que hubiera sobrado del dinero cobrado, arrojárselo al mar, devolver. Devolverle el dinero. Y cada amanecer empezar desde cero. Pero muchos vecinos denunciáronle al pobre -ohé, ohé- por contaminar. Que sus pocas monedas, sus "vertidos de cobre", ponían perdidito el mar. Y no pudo vivir a su manera, que era: salir a pescar y pescar boquerón, calamar, o alguna ballenita -que también las da el mar-. Y después regresar con la frente marchita, como dice el cantar que se debe volver. Y vender el pescado en la lonja, boquerón, calamar, una esponja -que también las da el mar-. Y cobrar lo que hubiera ganado al vender el pescado. Y marcharse a gastar lo que hubiera cobrado, en comer y en comprar cuanto es menester poseer. E invitar a beber y beber hasta el anochecer. Y arrojar lo que hubiera sobrado del dinero cobrado, arrojárselo al mar, devolver. Devolverle el dinero. Y cada amanecer empezar desde cero.