He llegado hasta tu casa... ¡Yo no sé cómo he podido! Si me han dicho que no estás, que ya nunca volverás... ¡Si me han dicho que te has ido! ¡Cuánta nieve hay en mi alma! ¡Qué silencio hay en tu puerta! Al llegar hasta el umbral, un candado de dolor me detuvo el corazón. Nada, nada queda en tu casa natal... Sólo telarañas que teje el yuyal. El rosal tampoco existe y es seguro que se ha muerto al irte tú... ¡Todo es una cruz! Nada, nada más que tristeza y quietud. Nadie que me diga si vives aún... ¿Dónde estás, para decirte que hoy he vuelto arrepentido a buscar tu amor? Ya me alejo de tu casa y me voy ya ni sé donde... Sin querer te digo adiós y hasta el eco de tu voz de la nada me responde. En la cruz de tu candado por tu pena yo he rezado y ha rodado en tu portón una lágrima hecha flor de mi pobre corazón.