Será porque tus flores, la adolescencia abría y te acunó el abrazo de su eterna fe, sería que cupido acarició a escondidas los húmedos labios de tu amanecer. Pudiste haber creído que mi ingenio tiembla al roce de tus ojos y de tu caminar y pudiste pensar que al dar vuelta a la cuenta, prendida de mi honor, tu sueño harías volar. Olvídame muchacha, olvídame, ni una carta, ni un verso, ni un atardecer; ahórrate el sollozo y la impaciencia para cuando te ocurra por segunda vez. Yo pude haberte dicho que sin ti la lluvia no tiene otra tarea que golpear el polvo, bien pude haberte dicho que sin ti me asusta hasta el canto del mar, sereno y bollondo. Bien pode haberte dicho que no tuve estrellas y que no tengo rama, ni canción, ni hogar; pero, tú no conoces lo ingrata que es la lengua cuando se atreve a prometer y a asegurar. Yo pude haber querido encanecerte el alma a fuerza de mentiras y manitas frías; pero tampoco el aire me dejó la hazaña y a casa me volví cuando empezaba el día. Suele la vida tener altas y bajas, y uno los acomoda según su comunión, si pude haberte dicho tanta cosa falsa será porque tu ambiguo corazón lo permitió.