Al otro lado del punte de La Piedad, Michoacán, vivía Gilberto, el valiente, nacido en Aptzingán. Siempre con un perro negro que era su noble guardian. Quería vivir con la Lupe, la novia de don Julián, hombre de mucho dinero y acostumbrado a mandar. Él ya sabia de Gilberto, y lo pensaba matar. Un día que no estaba el perro, llegó buscando al rival. Gilberto estaba dormido, ya no volvio a despertar. En eso se oyó un aullido, cuentan de un perro del mal: era el negro, embravecido, que dio muerte a don julián. Allí quedaron los cuerpos, Lupita no fue a llorar; cortó las flores más lindas, como pa' hacer un altar, y las llevó hasta una tumba del panteón municipal. Allí estaba echado un perro, sin comer y sin dormir; quería mirar a su dueño, no le importaba vivir. Así murio el perro negro, aquel enorme guardian, que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julián.